Una recaída se da cuando una persona que ha culminado o está en proceso de rehabilitación, se expone a una situación de riesgo y no es capaz de responder con estrategias de enfrentamiento para mantener su abstinencia. Cuando una persona en recuperación logra controlar tal impulso y opta por una conducta adecuada, reconocerá la importancia y conveniencia del no consumo, experimentará una situación de control y sentirá más confianza cuando enfrente una próxima situación de riesgo, de esta forma la probabilidad de una recaída futura disminuirá significativamente.
Si bien una recaída puede significar peligro, sufrimiento, pérdida de tiempo y energía, en algunos casos puede ser un aprendizaje necesario en la recuperación. Pese a que la persona con una adicción es consciente de la situación, esta puede recaer, si es que no tiene o no sabe emplear las habilidades que ya dispone. Hemos mencionado que una recaída supone un aprendizaje; sin embargo, no es necesario recaer para aprender.
Una recaída no supone un retroceso, sería más preciso llamarlo como un tropiezo. Es un reto a superar, donde se pondrá en práctica todo lo que ha aprendido y entrenado. Llegado a este punto, entonces ¿qué hacer ante una recaída?
La consigna general es caer cada vez menos y sentirnos más protegidos.